¿Tienes límites? Deberías tenerlos

Mi amigo Fernando es una persona con muchas anécdotas. Durante algunos años fue funcionario de un banco y como tal, integraba un equipo de trabajo operando en diferentes agencias bancarias ubicadas en la Amazonía peruana. Debido a ello, mantenía una impresionante colección de estampas costumbristas de la zona, con las que divertía a su audiencia en cada reunión que teníamos con él.

Una de las que mejor recuerdo, es la historia de cierto funcionario a quien llamaremos Betson, que operaba en la sucursal de Maynas (provincia del departamento de Loreto, en el corazón de la selva peruana) quien había sido comisionado como jefe de dicha oficina hacía poco y que se la había pasado concediendo alegremente créditos bancarios a quien se los pidiera, en exceso de sus facultades.

Al corriente de la situación irregular, las autoridades bancarias deciden hablarle a Betson para llamarlo al orden. En la multiconferencia telefónica eran varios los asistentes, entre ellos Fernando, Betson y obviamente el Gerente Regional, jefe de ambos.

No es fácil tener claros los límites

El Gerente, con justa irritación empezó la conversación con una pregunta evidentemente retórica: “Betson, dígame… ¿Sabe cuáles son sus límites?” a lo que el funcionario, cuál niño de cuarto grado de primaria respondió presto:

“¡Claro que sí señor, por el norte con Putumayo, por el sur con Requena, por el este con Ramón Castilla y por el oeste con el Ecuador!”

Carcajada general fue lo que estalló al comprobarse que Betson había confundido el sentido de la palabra “límites”. Estaba pensando en límites geográficos de su provincia, cuando la pregunta se refería a sus límites de autonomía para aprobar créditos de manera inconsulta.

Con el paso del tiempo, descubrí que Betson no es el único que tiene dificultades cuando se habla de límites. No de los geográficos, sino de las sanas fronteras que todos debemos fijar y mantener en nuestras relaciones con otras personas.

Los límites personales son las fronteras que tú decides fijar respecto al modo como las personas pueden tratarte, cómo pueden comportarse a tu alrededor y qué pueden esperar de ti. Estos límites se originan en tus creencias fundamentales, tu perspectiva, opiniones y valores. Y estás a su vez, se crean a partir de tu experiencia de vida y los entornos sociales en los que has vivido.

Si el concepto de límites saludables te resulta difícil de entender, piensa en los límites de Betson ¿Tienes alguno de estos marcadores, límites o “señales de hasta aquí nada más” en tu vida personal?

¿Por qué necesito límites?

Si no estableces límites precisos y adecuados, es probable que estés constantemente a merced de los demás. Esto significa que permites que otros te digan cómo pensar, actuar y sentir. También significa que tiendes a gastar tu tiempo y energía en hacer lo que otros quieren que hagas en lugar de lo que tú en el fondo quieres hacer. A largo plazo, esto puede provocar frustración y depresión porque te sentirás insatisfecho o perdido.

En el peor de los casos, no establecer límites permite que otros te hagan cosas molestas o incluso dañinas.

¿Cómo saber si eres una de aquellas personas que tienen problemas en la fijación de límites saludables para evitar la “intrusión” de terceros en sus vidas? Aquí algunas de las señales más notorias, de acuerdo a lo que nos dice la Dra. Sheri Jaconson, fundadora de Harley Therapy, afamada clínica terapéutica del Reino Unido.

  1. Tus relaciones tienden a ser difíciles o dramáticas.
    Cuantos menos límites establezcas, más les darás a los demás una señal de que no sabes cómo cuidarte. Esto te deja abierto a atraer gente que quiera controlarte. En algún momento, es posible que te sientas tan frustrado que la silla se gire y comiences a controlar en secreto a la otra persona. En otras palabras, estás constantemente en relaciones y amistades codependientes que carecen de un intercambio equitativo de dar y recibir. El peor escenario derivado de no establecer límites dentro de tus relaciones es terminar en el extremo receptor de abuso mental, emocional, físico o sexual.
  2. El proceso de tomar decisiones es un verdadero desafío para ti.
    Sin límites saludables, puedes terminar pasando gran parte de tu vida haciendo lo que los demás quieren, hasta el límite de perder el sentido de tu persona. Esto significa que a menudo no sabes lo que debes hacer o no quieres saberlo. Ante el desafío de tomar una decisión, te quedas en blanco.
  3. Realmente odias decepcionar a otras personas.
    Las personas sin límites tienden a estar de acuerdo con los planes de otras personas, o se preocupan por decepcionar a otras personas en la medida en que simplemente dicen que sí. Quizás te hayan llamado “complaciente a la gente”. (Lea nuestro artículo sobre cómo decir que no si esto le suena a usted).
  4. Tus emociones más frecuentes: culpa y ansiedad.
    ¿Qué ocurre cuando pese a tu falta de límites establecidos te animas a hacer lo que realmente quieres? ¿Sufres de culpa y miedo continuos?. Probablemente te sientas responsable si los demás no están contentos. Muchas personas con problemas de límites también se sienten culpables por las cosas más pequeñas, como tomar el último trozo de pastel o pedirle a alguien que se mueva en un asiento para varios para que tú también puedas sentarte.
  5. A menudo te sientes cansado sin motivo aparente.
    Hacer siempre lo que los demás quieren significa que tienes que ocuparte de tu propia vida apenas en el poco tiempo que queda para ti, lo cual es agotador. Pero pasarte la vida sin nunca identificar y perseguir tus propios sueños, también puede causar una sensación de fatiga, y hasta una depresión leve. Establecer límites, por otro lado, tiende a llenarte de energía.
  6. Tu radar está apagado cuando se trata de compartir.
    La falta de límites personales te puede llevar a compartir en exceso detalles privados de tu vida con personas que acabas de conocer, dejándote expuesto al dolor y la manipulación. Por el contrario, puede llevar a no compartir lo suficiente con aquellos que están tratando de acercarse a ti porque no sabes cómo compartir tus necesidades y deseos.
  7. Eres constantemente víctima de situaciones.
    Si no tienes límites, es posible que tiendes a sentirte mal porque los demás se aprovecharán de ti tanto de manera obvia como sútil. Es posible que siempre te sientas ignorado o culpado en el trabajo, en su familia y en sus círculos sociales. Incluso podrías ser el tipo de persona para la que las cosas siempre parecen salir mal.

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