¿Cómo defender tus derechos?
Uno de los grandes obstáculos que nos dificultan llegar a ser personas realmente asertivas suelen ser nuestras falencias en defendernos de las intrusiones (voluntarias o no) de los demás y los deseos de algunos de manipularnos.
La mayor parte de nuestras deficiencias en defender adecuadamente nuestros derechos son serie de “creencias irracionales” que mantenemos. Así por ejemplo, pensar que “Debo tener una respuesta inteligente para todo lo que hago o digo”, nos lleva a no ser capaces de defender adecuadamente nuestro derecho a cometer errores, y solemos sentirnos mal cada vez que los cometemos.
En esta entrada de blog quiero compartir contigo algunos consejos que harán que mejores tu capacidad de defenderte frente a dichos ataques e intrusiones, que a la larga, van a conseguir que seas una persona más feliz contigo mismo. Y esto es una de las bases más sólidas sobre las que puedes construir una mayor asertividad y evitar que otros se aprovechen de tu nobleza.
Sin más preámbulo, veamos cuáles son algunos de tus derechos fundamentales que con frecuencia olvidas y omites defender.
Derecho a escoger si nos hacemos responsables de problemas ajenos
Primero que nada, conviene distinguir: Es normal que sintamos culpa cuando hacemos algo que no deberíamos haber hecho o dejamos de hacer algo que deberíamos. El ejemplo típico es el de las dietas. Nos propusimos bajarle a los carbohidratos y en lugar de ello, nos atracamos con dulces y pasteles durante el fin de semana. La culpa aquí es natural y no es cuestionable.
Pero hay otras oportunidades en que nos sentimos responsables por los sentimientos y situaciones de otras personas y estas son las oportunidades en las que tendemos a sentir culpa sin haber hecho nada malo. Esto es lo que los expertos llaman la “Culpa tóxica”. Ocurre sobre todo cuando somos personas enfocadas en complacer a terceros y nos preocupan los juicios u opiniones que tengan de nosotros. Sucede también cuando se nos hace difícil negarnos a algo o cuando nos enseñaron a ser compasivos y sensibles al extremo.
Cómo controlar la “Culpa tóxica”
- Tener presente que no todas las víctimas deben ser rescatadas: Hay personas que se “especializan” en aprovechar tu empatía y compasión. No son malas personas, sin embargo es necesario estar prevenidos respecto de ellas para no caer en la trampa de sentirnos responsables por cosas que no corresponden:
Las pseudo víctimas: Son esas personas que tienen la capacidad para superar sus propias adversidades, pero deciden no hacerlo. En lugar de buscar salidas por ellas mismas, prefieren que los demás les hagan las cosas más fáciles.
Las del sufrimiento innecesario: Que buscan permanentemente maneras de sufrir para sentirse mejor. Suelen presentarse como buenas personas que cuidan a los demás y no dejan pasar la oportunidad de recordarles a todos los sacrificios que hacen. - Reconocer e identificar nuestros sentimientos: Muchas veces el simple hecho de decirme a mí mismo “este sentimiento es irracional: estoy siendo víctima de la culpa tóxica” ayuda mucho.
- Expresar los sentimientos: Busca a una persona de tu confianza y pídele que te ayude escuchándote decir las razones por las que sientes culpa tóxica. Esto te ayuda de varias maneras: Primero, te descongestionas al poder hablar de ello, segundo, te agencias personas que te pueden ayudar dándote el soporte adecuado y tercero, te puede dar un punto de vista diferente del problema que te permita una visión más completa y así ser más eficaz en resolverlo.
- Fija tus límites y mantente dentro de ellos: Una de las formas más eficaces de lograrlo es aprender a expresar que no y a defender tus puntos de vista con firmeza pero sin perder la calma. La Sesión 8 te habla más sobre cómo usar técnicas de comunicación asertiva para estos fines.
Derecho a no dar explicaciones
Los abogados suelen decir: “Explicación no pedida, culpa manifiesta”
¿Alguna vez que te han hecho una pregunta, te has encontrado hablando a borbotones para dar explicaciones incómodas por respuesta y luego te has sentido bastante tonto? A todos nos ha ocurrido. Se llama sobre-explicación. Todos lo hacemos a veces y es necesario dejar de hacerlo.
Este hábito de explicarnos demasiado a nosotros mismos puede ser un problema importante. No nos referimos a un diálogo significativo de ida y vuelta en el que se comparten ideas y se aprenden unos de otros. No, estoy hablando de esos momentos en los que te sientes incómodo y te ponen en aprietos, y empiezas a escupir una carga de justificación no solicitada.
¿Cómo dejar de hacerlo?
Acostúmbrate a estar cómodo con el silencio
¿Te has fijado en el truco que usa contigo la persona que te evalúa en una entrevista de trabajo? Normalmente te hace una pregunta, tú la respondes y él o ella permanecen en silencio. Eso es lo que te lleva a ti a “complementar” tu respuesta, hablando más de la cuenta. Si logras mantenerte cómodo con el silencio posterior al momento en el que dijiste algo, evitarás dar explicaciones no solicitadas. Igualmente, sirve mucho estar en silencio “antes” de que empieces a hablar. Que lo que digas no lo “sueltes” en piloto automático, sino que refleje una auténtica reflexión al respecto.
Asígnate valor
Realmente no existe una razón valedera por la que sientas que es necesario defenderte o dar explicaciones de tus conductas o afirmaciones. Detente un poco a pensar en las razones por las que tienes esa impresión. ¿Es por inseguridad? ¿La persona a quien le estás hablando te hace sentir incomodidad? Es muy importante aprender a confiar en ti mismo. Tus opiniones e ideas son tan valederas como cualquier otra. Asegúrate de no estar autodevaluando a ti mismo porque es eso lo que te hace sentir la necesidad de explicar tus actos.
El derecho a cometer errores
Como señala Kathryn Schulz (Autora del libro “Being Wrong: Adventures in the Margin of Error“):
“Nuestra fascinación por estar en lo correcto, es mejor entenderla como nuestro terror de estar equivocados”.
Deseamos fervientemente saber exactamente qué es lo que está sucediendo y por qué, y eso nos hace sentirnos aterrados y evitarnos creer siquiera en la posibilidad de estar equivocados, de poder cometer un error o peor aún, de haberlo cometido ya.
Para la mayor parte de nosotros, encontrarnos en un error se siente como una amenaza a nuestro propio sentido de identidad. Todo lo que decimos y hacemos es un esfuerzo nuestro de expresar el cómo somos y el cómo queremos ser vistos por los demás. Este fenómeno recibe el nombre de “reclamo de identidad” y cuando nos descubrimos en un error experimentamos el dolor de darnos cuenta de que esa identidad por la que reclamábamos, puede no estar completa, puede haberse visto mellada.
La cosa se agrava con la presencia de terceros: Si el error lo cometí en un ámbito privado, donde sólo yo me entero de él, es mucho más sencillo “recomponerse”. Pero cuando mis convicciones e ideas fueron compartidas con más gente, entonces ahora el riesgo de que ellos tengan un mal concepto tuyo se vuelve una amenaza.
Nos encontramos aquí en un punto en el que nuevamente, nos importa de sobremanera la aprobación de los demás, que es un tema que -ya hemos visto- no es factible de conseguir. Sin embargo, para cuando los errores cometidos nos pongan en riesgo en entornos específicos: Ambientes de trabajo, relaciones familiares, etc. hay algunos consejos que son importantes para ayudarnos a manejar el error cometido.
¿Qué puedes hacer?
- Tú no eres tu error: Cuando cometes un error, ten en cuenta que ello no define quién eres como persona. Trata de no sacar conclusiones precipitadas sobre tu valía. Nadie es perfecto y está bien.
- Me pertenece: Enfrenta tu error de frente, reconoce lo que sucedió y dibuja una línea debajo de él. Si bien puede ser tentador buscar una salida fácil: “¡No aprobé mi examen de manejo porque el instructor lo respondió por mí!” – darse cuenta de que tienes la culpa es el primer paso para pensar en seguir adelante. Cuanto antes lo aceptes, antes podrás volver a encarrilarte. Si te estás poniendo excusas, probablemente solo prolongues este proceso.
- Es mejor que reconozcas: Si estás confundido acerca de lo que hiciste mal o dónde se cometió el error, puede ser complicado dejarlo en el pasado. Lo más probable es que todavía te moleste mucho. Convérsalo con los demás involucrados para tener claro qué es lo que no debe hacerse en otra oportunidad.
- Encuentra la solución y resuélvelo: La mayoría de los problemas tienen una solución. Siéntate y reflexiona sobre lo que podrías hacer para mejorar la situación. Es posible que descubras que puedes suavizar algunas cosas y que no es tan malo como pensabas inicialmente.
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