¿Por qué nos cuesta tanto el ser asertivos?

Carlos era una persona muy sensible a los olores y procuraba mantenerse en un ambiente lo más libre de aromas posible. Eso incluye a su lugar de trabajo. Desafortunadamente, Carlos compartía oficina con Matilde, una recia dama de edad madura y volumen respetable quien no solo no entendía la sensibilidad olfativa de Carlos, sino que le importaba un pepino. Y así, Matilde era amante de las bananas y llevaba no menos de tres al trabajo, todos los días; mismas que devoraba en distintos momentos de la jornada.
Hasta aquí todo bien.
Pero Matilde tenía la odiosa costumbre de tirar las cáscaras de fruta en la papelera de la oficina. Por lo tanto, hacia la media tarde, el estrecho espacio compartido con Carlos estaba invadido del olor a plátano, con la consiguiente secuela de moscas que revoloteaban en el cesto y los escritorios de ambos.
Carlos odiaba la situación al máximo, pero no se animaba a decirle nada a Matilde para aliviar sus padecimientos.
Comportamientos que afectan los derechos de otros
¿Has encontrado alguna vez personas como Matilda? Y fíjate que no tienen que ser comportamientos tan abiertamente desconsiderados. Evalúa estas otras situaciones:
- Un amigo que se niega a vivir con los estándares de vida adecuados para sus niveles de ingreso y está siempre pidiéndote dinero prestado para salir de algún problema…
- Un compañero de vivienda quien se “olvida” de lavar su servicio cada vez que lo utiliza y como tú no soportas el desorden, terminas haciéndolo, siempre…
- Un muy buen amigo tuyo que requiere urgentemente de ayuda psicológica profesional, pero se niega a reconocerlo y te tiene atormentada contándote sus dramas no menos de una vez por semana…
- Un hijo adulto que se niega a asumir su condición de tal y sigue viviendo (y explotando) a sus padres, con los que vive y come sin aportar ni un centavo…
¿Te das cuenta? Están por todas partes. ¿Qué es lo que ellas tienen en común? Que su nivel de consideración con los derechos de quienes les rodean es bastante “limitado” por decirlo de la mejor manera.
El problema: Falta de asertividad
¿Y cuál es el principal problema de Carlos y de muchísima gente que tuvo la desdicha de cruzarse con gente desconsiderada? Un exagerado “buen corazón” que les hace estar siempre soportando, ayudando o protegiendo a semejantes manipuladores, lo que les impide fijar límites y decir que no cuando corresponde.
Y es que ocurre que para muchos de nosotros es muy complicado identificar como funciona en una situación real, eso que los expertos llaman “comportamiento asertivo”. De hecho, como ocurre con muchas otras habilidades, es más fácil decir “asertividad” que comportarse de una manera asertiva.
Así que para ayudar a los muchos que todavía tenemos dificultad para asumir conductas asertivas frente a situaciones límite, conviene que recordemos la definición de asertividad:
“Actuar de una manera respetuosa con los demás, al mismo tiempo que defiendes tus propios derechos.”
Y ojo que no es lo mismo un comportamiento asertivo que la conducta “elusiva” que asume Carlos y las demás víctimas de personas manipuladoras. En estos casos, lo que ocurre con él y los demás es que respetan a los otros, pero no se respetan a sí mismos. En otros casos, la manera como otros reaccionan frente a estas situaciones es teniendo conductas agresivas que buscan poner al infractor “en su lugar” de una manera violenta. Ello, supone no respetar a los demás sino solamente a sí mismos.
La falta de asertividad y las creencias
A veces, las personas pueden tener creencias inútiles sobre la asertividad. Por ejemplo, si crecieron en una familia en la que se evitaron los conflictos, podría llegarse a pensar que hablar implica una confrontación inapropiada. Otro podría ser, la creencia de que nadie te escuchará o que mereces que te traten mal (lo que puede haber surgido de relaciones o lugares de trabajo poco saludables).
Tengo una lista de las creencias inadecuadas más frecuentes que limitan tu capacidad de comportarte de una manera asertiva.
A veces, incluso comenzar a tomar conciencia de nuestras creencias inútiles puede iniciar un proceso de cambio. A continuación te las enumero:
- No debería decir cómo me siento o pienso realmente porque no quiero cargar a los demás con mis problemas.
- No quisiera hacer una escena o llamar la atención sobre mí mismo.
- Si me hago valer, molestaré a la otra persona y arruinaré nuestra relación.
- No debería tener que decir lo que necesito o cómo me siento: las personas cercanas a mí ya deberían saber
- No tengo derecho a cambiar de opinión (además, será muy molesto para todos los demás)
- No estoy seguro de lo que quiero, así que veré lo que prefieren los demás y luego decidiré
- Las personas deben guardarse sus sentimientos para sí mismas
- Si expreso que me siento ansioso o abrumado, la gente pensará que soy débil.
- Si acepto elogios de alguien, significará que soy arrogante.
¿Quieres algunos consejos útiles de los que puedes echar mano la próxima vez que alguna de estas creencias irracionales te ataque?
Cómo mejorar tu asertividad
En general, resulta muy útil recordar la definición de asertividad que te hemos dado más arriba. Hazlo de tal modo que puedas evaluar si eso que estás pensando (la creencia irracional) está o no de acuerdo con la definición.
Sin perjuicio de ello, también es muy importante que puedas cambiar tus creencias irracionales por otras que estén más alineadas con una conducta asertiva. Así por ejemplo:
- No quiero conflictos, pero toleraré algún nivel si se cruzan mis límites.
- Me gusta llevarme bien con los demás y seré respetuoso con todos, pero no siempre tengo que agradar. Mis necesidades son importantes, al igual que las necesidades de los demás.
- Tengo derecho a expresar mis valores, opiniones, sentimientos y creencias.
- Tengo derecho a no entender o no saber algo.
Otra forma que resulta muy útil es tener claros tus límites e incluso escribirlos para que no se te olviden: “Debo ser tratado con amabilidad y respeto”, “Está bien sentirme incómodo con personas o situaciones que no me agradan” y cosas similares.
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