Necesitas esto para mejorar tu proceso de toma de decisiones
Hace poco cayó en mis manos un libro que devoré de punta a punta en un fin de semana. Se trata de “Emotional Intelligence (You Can Actually Use)”. Escrito por Kerry Goyette. Este libro integra la serie “The Non-obvious Guide To…”, la misma que se caracteriza por tratar temas -digamos- “conocidos” pero desde perspectivas inusuales.
Es de allí de donde he extraído la información para esta entrega de blog, pues el libro contiene un análisis muy interesante basado en descubrimientos recientes de la neurociencia sobre el modo como nuestro cerebro toma decisiones que nos ayuda mucho a entender las razones por las que nos resulta tan difícil mantener bajo control a las emociones y ser más eficaces en la toma de decisiones
El cerebro prefiere operar en piloto automático
La corteza prefrontal de nuestro encéfalo, que es la parte que se encuentra digamos, encima de nuestros ojos, es la porción de desarrollo evolutivo más reciente. Antes de que existiese, el cuerpo estaba gobernado por secciones más antiguas y primitivas. La corteza prefrontal es que es la sección responsable de nuestro pensamiento analítico, nuestra capacidad para resolver problemas y la que tiene a su cargo nuestro raciocinio en general.
A todos nos encanta pensar que esta sección, la más reciente, la que nos distingue de otro mamífero, es la que gobierna todos nuestros pensamientos, decisiones y acciones. Pero la realidad es un poco diferente. Por debajo de la corteza prefrontal está el así llamado “cerebro límbico” que es el responsable de manejar todas nuestras emociones y reacciones automáticas, como por ejemplo, la de salir corriendo cuando hay un sismo o de aferrarnos a la cartera o el móvil cuando un ladrón nos lo quiere arrebatar.
La corteza prefrontal requiere para su adecuado funcionamiento, de una gran cantidad de energía. Todos nos hemos percatado de ello: Largas sesiones que demandan de mucha atención o raciocinio de nuestra parte terminan agotándonos. La corteza prefrontal es un gran consumidor de energía mientras que todo el resto de los órganos del cuerpo están programados para ahorrarla. Dentro de la estructura misma de nuestro cerebro, junto a nuestra “derrochadora” corteza prefrontal tenemos al austero cerebro límbico que consume muy poca energía para procesar situaciones y desencadenar reacciones. Esta es la razón fundamental por la que nuestro cerebro (que consume el 20% de la energía del cuerpo con apenas 3% de la masa corporal) prefiere utilizar masivamente al sistema límbico que a la corteza prefrontal.
¿Cómo tomamos decisiones?
¿Quieres comprobar ahora mismo lo que te estoy diciendo? Vamos a por ello usando un entretenido ejemplo del libro en mención: Si yo te pregunto como se ve un gato, tu cerebro límbico, automáticamente te trae la imagen de uno para que sea más sencillo describirlo. Si la pregunta es: ¿Cómo se ve un erro, ocurre exactamente lo mismo con la imagen correspondiente?
Pero si te pregunto: ¿Cómo te ves en 10 años?, la cosa cambia drásticamente. Allí no hay imágenes de tus recuerdos que puedas traer en tu ayuda sin pensar en ello; lo que tienes que hacer es construir una respuesta pensada y racionalizada, tomando en consideración varios factores y eso solo lo puede hacer tu corteza prefrontal y obviamente ello cuesta, desagrada y genera resistencias.
Esta es una demostración muy sencilla de que nuestro proceso de toma de decisiones no es 100% racional y analítico como quisiéramos pensar con frecuencia. La mayor parte de los procesos de toma de decisiones empieza en nuestro cerebro límbico. Esto implica que son nuestras emociones y no nuestro raciocinio, lo que usamos para decidir.
Esta es la razón fundamental por la que nos ocurre con frecuencia que al ver por primera vez a una persona, esta nos causa una buena o mala impresión según su aspecto externo o su conducta. Esta es la parte del trabajo que hace el cerebro límbico. Una vez que nos hemos decidido emocionalmente (y muchas veces sin el menor análisis) es que usamos la corteza prefrontal para hallar justificaciones racionales a estas decisiones.
Como puedes ver, usualmente creemos que tomamos decisiones basadas en la lógica, cuando es exactamente lo contrario lo que ocurre. Decidimos emocionalmente basándonos en las conclusiones apresuradas de nuestro sistema límbico (Algunos utilizan un nombre más sofisticado: “intuición”) y luego buscamos construir los argumentos necesarios para dotar de razonabilidad a dichas decisiones.
Ello naturalmente incrementa la posibilidad de tomar decisiones inadecuadas por impulsivas o equivocadas y este es un escenario que la mayoría de nosotros rechaza porque contradice nuestro paradigma de ser personas analíticas y racionales, que tomamos decisiones solo luego de una cuidadosa deliberación. Pero en verdad lo que sucede es que nuestro cerebro está tan ocupado procesando toda la enorme cantidad de información que le proporcionan nuestros sentidos y produciendo lo más de 50 mil pensamientos que en promedio tenemos cada día, que encontrará bueno cualquier pretexto para “apagar” el pensamiento racional y ponernos en automático.
Cómo evitar que los sesgos emocionales afecten nuestra toma de decisiones
Cuando identificas tus sesgos, creencias y perspectivas, puedes comenzar a incorporar más conciencia y objetividad en tus decisiones. Para ello te propongo estos consejos basados en un artículo de Melinda Fouts, publicado por la revista Forbes.
Aumentar la autoconciencia
Comienza por notar tus reacciones, respuestas y juicios a lo largo del día ante diferentes situaciones e individuos. Presta atención a cómo te sientes. Toma nota y pregúntate: “¿Es este uno de mis sesgos? ¿Está justificado mi juicio? ¿Qué estoy sintiendo? Un ejemplo de esto es el sesgo de género, donde podría creer que un género puede hacer el trabajo mejor que otro.
Identifica quién y qué te hace sentir incómodo: A menudo, hay alguien en tu lugar de trabajo que te irrita o te molesta. Vuélvete curioso. Pregúntate: “¿Qué es realmente lo que me hace responder de esta manera a esta persona? ¿Realmente los conozco? ¿Hay un sesgo hacia ellos y, de ser así, cuál es ese sesgo?
Aprende a distinguir los principales sesgos cognitivos:
- Sesgo de confirmación: este sesgo aparece cuando solo miras o encuentras información que apoya tus creencias, rechazando la información que no las confirma. En las organizaciones, esto puede caer bajo la apariencia de un sesgo de estabilidad al permanecer en su zona de confort y el statu quo. ¿Eres alguien que podría decir “No muevas el barco”? Pregúntate a ti mismo: “¿El cambio me hace sentir incómodo?”
- Sesgo de anclaje: O de primera impresión, esto a menudo hace que nos veamos influenciados por la primera idea que se nos ocurre, lo que nos lleva a decisiones impulsivas en lugar de considerar toda la otra información. Pregúntate: “¿Saco conclusiones precipitadas? ¿Hago rápidamente un juicio y una decisión con poca información? ¿Me siento bajo presión para tomar una decisión?” Una vez más, presta atención a cómo te sientes y si reducir la velocidad y sopesar toda la información te causa malestar por igual.
- Sesgo de exceso de confianza: Poner demasiada fe en ti mismo y en tu conocimiento y puntos de vista puede ser limitante y resultar en no llegar a la mejor decisión. El exceso de confianza interfiere en la recopilación de información, lo que resulta en la toma de riesgos innecesarios. Si te ocurre algunas veces pregúntate: “¿Me baso en mis corazonadas? ¿Creo que mi opinión es más valiosa que la del resto del equipo?” Sí, sí, la respuesta es afirmativa busca crear un sistema para ser más objetivo al recopilar información y ponerla en un diagrama de flujo para aclarar sus datos y su pensamiento.
- Error de atribución: Todos hacemos esto de forma inconsciente y puede retrasar la búsqueda de una solución. Cuando ocurre un problema, tendemos a centrarnos y culpar a los demás en lugar de mirar la situación objetivamente. Considerar la situación/problema y no a las personas puede ayudarte a no juzgar y, si es necesario, mostrar empatía con la persona. El aumento de la inteligencia emocional puede fortalecer tus habilidades de empatía. Pregúntese: “¿Soy capaz de ponerme en su lugar?” Podría darte una idea de su perspectiva y ampliar tu conocimiento.
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