Como me cambió un jefe malo y un jefe bueno

Malos jefes. Todos hemos tenido uno a lo largo de nuestras carreras. Nadie quiere ser ese jefe que logra que sus colaboradores pongan mala cara cuando entran al cuarto o, mucho peor, ser la razón por la que tu equipo deja la empresa. Hay muchos blogs que te van a hablar sobre la diferencia entre un buen y un mal jefe; su capacidad de liderazgo, sus habilidades de comunicación, su empatía, su motivación, entre muchos otros; pero nadie nunca habla de cómo estos jefes pueden ser tan importantes, que llegan a cambiar tu vida. Como me pasó a mi.

Había conseguido un trabajo en una empresa de diseño que servía a distintas marcas y clientes en todo el país. El trabajo era demandante. El equipo era pequeño, muchos clientes, más de los que podíamos manejar, constantes viajes y un largo proceso de diseño que empezaba desde la idea hasta la ejecución. Como te puedes imaginar, todos trabajábamos más de 40 horas a la semana, y en ese momento, uno piensa que está bien porque “tienes que pagar piso” hasta tener un mejor puesto u oferta. Claro, esa es la idea con la que crecemos muchos jóvenes en Latinoamérica.

Sin embargo, el mayor problema no era el trabajo como tal, sino los directivos. Eran personas poco empáticas, sin estrategia ni cultura laboral, que reconocían poco a su gente y tampoco los valoraban. Probablemente porque ni tenían tiempo para eso – estaban demasiado ocupados en obtener resultados y en cuantos clientes más podían conseguir. No se daban cuenta, o probablemente sí, de que tenían colaboradores que contaban los días para salir de ahí. No era sólo yo, todos estábamos listos para dejar ese lugar a la primera oportunidad que se nos presentara.

Un cambio de 180 grados

Para una persona como yo, sensible, trabajadora y hasta perfeccionista, se convirtió en una pesadilla. Pasé de tener ganas de ir a la oficina, a sentirme deprimida y sin objetivos, a dejar de que me importara la empresa por completo, todo en menos de 3 años. Comencé a dudar si esto del trabajo era lo mío, como muchos millenials y Gen Z. Me sentía atrapada y agotada pero no me atrevía a renunciar. ¿Qué tal si yo era muy “blanda” y no sabía manejar la vida laboral? Hasta que por fin un día, con mucho temor de lo que pasaría después, decidí renunciar. Sin otra oferta en mano, ni proyectos, dejé ese lugar pensando que cualquier cosa sería mejor que seguir ahí.

Lo que no me esperaba es que mi próximo trabajo sería todo lo contrario. Mi vida dio un giro de 180 grados. Es allí cuando me di cuenta que la persona que era en esa empresa, no era yo, había una versión mucho más capaz, productiva y motivada esperándome. Eso que usualmente pasa cuando tienes a un líder o mentor a tu lado, no a un jefe. Mi nuevo trabajo tenía un equipo maravilloso, era increíble, todos estaban tan comprometidos con sus labores que era como si ellos mismos fueran los dueños de la empresa. Todos tenían los mismos objetivos, se comunicaban con el mismo respeto y trabajan duro – pero inteligentemente. Algo que yo nunca había visto antes.

Una cultura laboral llena de habilidades blandas

En poco tiempo descubrí que sí, el equipo era genial porque los humanos que lo conformaban eran excelentes, pero más allá de eso, los directivos eran verdaderos líderes. No solo se preocupaban del balance de la vida laboral/personal de su gente, sino que trabajaban constantemente en mejorar procesos, comunicar con claridad, escuchar nuestras necesidades y mucho más importante, hacer que todos sintieran que realmente aportaban a la empresa. No éramos reemplazables. Cada uno de nosotros aportábamos un granito de arena único y especial. Lo más interesante es que, ese tipo de cultura atrae y contagia. Las 150 personas que formaban parte de esa comunidad, tenían los mismos principios y valores – de cuna o aprendidos – que los líderes de esa empresa. La cantidad de tiempo invertido en coaching y mentoría era impresionante, y los resultados lo demostraban.

Aquí quiero hacer una anotación importante, mis nuevos jefes no sólo usaban sus soft skills para la parte “humana” de sus relaciones laborales, es decir, no eran solo “buena gente”; sino también en la parte “técnica” por así decirlo. Sus procesos, estructura y métodos estaban basados en las soluciones que encontraban por medio de las soft skills. Usaban su creatividad, su habilidad para solucionar problemas, su tolerancia y su resiliencia para encontrar la mejor forma de hacer las cosas. Pienso que esa es la clave del éxito en cualquier organización.

Mis nuevos jefes me ayudaron a ser mejor diseñadora, a crecer de puesto, a ser un líder, a trabajar en proyectos que nunca pensé que podría, a descubrir mi marca personal, incluso me abrieron las puertas a muchas oportunidades y a conocer mucha gente en la industria. Los logros de esa compañía eran mis logros, y los fracasos, nuestros aprendizajes. No hay nada como trabajar en un lugar en el que realmente estás tranquilo, incluso en los momentos difíciles. Si estás en un lugar en donde no te sientes así, puede que sea momento de cambiar. No es fácil, y algunos tendrán otros obstáculos y obligaciones que no pueden dejar, pero no dejes que el miedo al cambio te detenga.

Las Soft Skills que carecen los jefes malos

Ahora sí, hablemos sobre algunas de las soft skills que carecen los jefes malos. Con suerte, eso te puede ayudar a identificar a los directivos en tu empresa y saber si ellos te están limitando, en lugar de hacerte crecer:

  • Los malos jefes no escuchan. Ignoran las necesidades de su equipo, no intentan entender más allá de lo que sus colaboradores dicen y usualmente creen tener la razón sobre qué es lo mejor para el equipo y la empresa.
  • Los malos jefes no están disponibles. Ni para tus problemas laborales, ni personales. Se la pasan ocupados o te dicen que para eso te contrataron “para resolver”.
  • Los malos jefes hacen micromanagement. No te dan la oportunidad de compartir tus ideas, o de hacer las cosas a tu modo. Primero te dicen que tú lo resuelvas, y luego critican tus decisiones. Aún peor, algunos están supervisando cada paso que das.
  • Los malos jefes gastan tu tiempo. Ya sea con indicaciones confusas, con mala comunicación o simplemente porque no le importa demasiado si lo tienes que volver a hacer (ya que no son ellos los que volverán a hacerlo y claro, para eso te pagan).
  • Los malos jefes no dan feedback. Me refiero a feedback útil. Puede que te digan los muchos errores que cometiste, o que te feliciten rápidamente por haber terminado un proyecto, pero nunca van a tomarse el tiempo de darte un coaching real que te ayude a crecer y mejorar.

Espero que esta información te ayude a identificar a los malos y buenos jefes en tu compañía y si estas en un puesto de alto rango o con un equipo a tu cargo, tomalo en cuenta para que no te conviertas en ese obstáculo que impide a su equipo brillar en todo su esplendor.

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