Conversaciones difíciles: Cómo enfrentarlas

“Desenlace fatal. Lo que empezó con una discusión al volante terminó con la muerte de Juan Luis Raffo Gargurevich (59), quien trabajaba como taxista. De acuerdo a información de América Noticias, la víctima y su agresor se bajaron de sus autos y desataron una gresca en la Vía Expresa, Miraflores.
Según testigos, Ricardo Dulanto Rivera apuñaló con una navaja al otro conductor, quien previamente había usado un gas pimienta.

Asimismo, los primeros informes señalan que, desde sus vehículos, ambos venían discutiendo y lanzándose improperios durante varios minutos.
Tras cometer el asesinato, Dulanto Rivera intentó huir, pero agentes de la Policía Nacional llegaron al lugar para evitarlo.” (1)

Desafortunadamente, cosas como estas pueden pasarle a cualquiera, y no se trata solamente de correr el el riesgo de ser apuñalado por algún desquiciado, sino – y de seguro con más frecuencia- verte involucrado en una discusión horrible que te desborda, con graves consecuencias especialmente si se trata de tu terreno profesional.

¿Te has puesto a pensar en lo que te ocurre cuando tienes que enfrentarte a una conversación complicada? ¿Sientes que te agitas, que se te acelera el pulso y las tripas se te contorsionan?

Es lo más frecuente. Cualquier situación complicada en lo laboral: lidiar con un ataque directo de un colega, llamarle la atención a un integrante de tu equipo, rechazar un trabajo mal hecho, despedir a un colaborador; todas desencadenan una serie de sentimientos complejos (ira, temor, confusión) que hacen que la mayoría de nosotros prefiera evitarse el trance y esperar que el problema se termine de forma mágica y automática, sin que sea requerida de nuestra intervención.

Pero como bien sabes, eso no va a ocurrir.

La mayor parte de personas cometemos algunos errores importantes en el modo como enfrentamos a las inevitables conversaciones difíciles en las que todos-tarde o temprano- nos veremos involucrados; errores que es importante aprender a evitar.

En el centro del problema están las emociones. Yo sé que en el colegio cuando pequeño, te decían que los seres humanos somos animales racionales, pero eso no es necesariamente cierto. Somos animales tremendamente emocionales y no es para nada infrecuente que ante un desbordamiento de emociones, nos olvidemos de las buenas razones y terminemos envueltos en una maraña descontrolada de sentimientos.

Entonces, lo que hace falta es mantener bajo control nuestras emociones y todo el mundo sabe lo difícil que esto puede llegar a ser. Es por eso que vamos a tratar de ir por partes, para que el objetivo final sea más sencillo de conseguir. Para ello, seguiremos las pautas que nos da Sarah Green Carmichael en una publicación de hace un tiempo, pero que frente a las circunstancias actuales, mantiene plena vigencia y creo muy importante revisar. (2)

Algunos de los errores en cuestión son los siguientes:

  1. Mentalidad de competidor: Cuando la conversación se nos pone difícil, de inmediato nuestro orgullo aflora y se dedica a complicarnos el modo como nos comportamos. La causa del problema en sí empieza a desdibujarse y asoma una nueva necesidad: La de no dejarnos “derrotar” por los argumentos del contrario. Queremos tener la razón y convencer al otro de que su punto de vista está equivocado. Ten en cuenta que el enemigo no es aquel con quien estás discutiendo, el verdadero enemigo es el modo “combate” en el que tu mente ha entrado.
  2. Reducir el problema: Como nuestro cerebro es un fan de la ley del menor esfuerzo, tiende a buscar atajos que le permitan manejarse con menor consumo de energía. Es por ello que frente a problemas complejos, buscamos reducirlos a versiones más sencillas (Una suerte de Máximo Común Divisor de nuestra aritmética escolar) y dejamos de lado aspectos generalmente importantes. Ello suele ser interpretado por la contraparte como soberbia o desprecio a sus puntos de vista, lo que agrava la complicación emocional. Evita la sobre simplificación pensando que si el tema fuera tan sencillo, probablemente no estarías enfrascado en semejante discusión.
  3. Respeto: No solo al problema materia de discusión, evitando simplificarlo demasiado, sino a tu oponente y a ti mismo. Procura siempre ser cuidadoso con las cosas que dices y evita caer en las trampas que un contendor agresivo te pone, precisamente para sacarte de tus cabales.
  4. Duro vs. blando: Cuando no estás preparado y tienes una conversación desagradable, sueles tener un comportamiento que oscila entre el intentar derribar al contrincante o reducir el stress intentando ser amable. A esta disyuntiva se le conoce como jugar el rol de Rambo o el de Bambi. Ninguna de las dos es la adecuada y lo que debes hacer para huir del falso dilema es enfocarte en lo que realmente estás buscando conseguir, no en derrotar ni en ser dulce con el otro.
  5. Golpes bajos: Puede ser que tú te hayas propuesto firmemente salir de tu mentalidad de competencia, pero es perfectamente factible también que el oponente ni se lo haya propuesto. Entonces utilizará un conjunto de trucos orientados a frustrar cualquier avance. En fútbol se le suele llamar “embarrar la cancha” a semejante estratagema: hacer imposible que el partido pueda llevarse a cabo tranquilamente. Entre tales medidas se cuentan mentiras, sarcasmo, silencios, llantos, y muchas otras. El secreto para no caer en ellas es hacer evidente que te estás dando cuenta del uso de la estratagema (Ejemplo: “No veo como el llanto va a ayudarnos a resolver mejor este tema”).
  6. Quedarse pegado: Si el oponente conoce algún punto débil tuyo, lo más probable es que lo quiera usar en su favor. Si no lo conoce, puede ser que en forma casual diga algo que directamente te afecta en ese preciso lugar. Cuando esto suceda, te quedarás pegado a sentimientos indebidos y ello será utilizado en tu contra. Procura siempre conocer cuáles son tus puntos débiles (Algo de tu aspecto personal, de tus orígenes, de tu historia pasada) y prepararte de antemano a no perder la calma cuando alguno alude al tema.
  7. Ir con un guion: Aunque la mayor parte de veces te dirán que es muy importante ensayar lo que vas a decir, este es uno de los casos en que ese consejo realmente no funciona. Si tienes algo muy ensayado, lo que te va a ocurrir es que te vas a quedar anclado a tu guion y dejarás de escuchar y entender los puntos de vista del oponente, quien lo percibirá como un maltrato o desafío, desencadenando las emociones complicadas. Para evitar este sesgo, trata de pensar en la manera como ambos definen el problema existente, en tus intereses y los de la contraparte y en plantearte objetivos respecto de la relación que tienes con el oponente y como quieres que esta quede al terminar la discusión.

El secreto es procurar estar siempre preparado y así evitar que nos tomen desprevenidos. El factor sorpresa puede hacer que seamos víctimas de trampas mentales y comportamientos y emociones inadecuadas que no nos ayudarán, sino todo lo contrario.

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¡Hasta la próxima!

Escrito por Francisco Grillo

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