¡No puedo evitarlo, hay gente que me enoja!

Ayer me llamó Samuel, desesperado, pidiéndome consejo. Me dijo que tiene un tema que ya no sabe cómo manejar.

Él es un abogado joven que trabaja en un estudio conocido de la ciudad. Es estudioso y amante de la lectura y está orgulloso de sus conocimientos y su buen criterio, tanto en asuntos profesionales como otros temas. Tiene unas convicciones muy específicas sobre varios tópicos de interés general y le encanta darlas a conocer publicando posts en sus redes sociales.

Pero tiene un punto débil: Se trata de Orlando, un compañero suyo del colegio que siempre comenta en tono sarcástico y burlón, TODOS los posts que Samuel sube a las redes. No se le pasa ni uno y sus comentarios irritan al máximo a nuestro personaje.

Samuel se enoja e increpa duramente a Orlando, pero este nunca acepta la menor responsabilidad ni reconoce que está actuando mal. Simplemente argumenta que está en su derecho de comentar y si Samuel lo considera inadecuado, mala suerte.

En otro momento de la charla, Samuel me contó que le habían aconsejado simular que la situación no lo afectaba. Tenía que hacer como que no se daba cuenta de que Orlando buscaba hacerlo enfurecer e ignorarlo. Pero él siente que esta solución no le sirve. Piensa que guardarse para sí las emociones y no expresarlas lo termina afectando aún más.

Pues bien, mi amigo está en lo correcto. Investigaciones hechas por científicos en la Universidad de Berkeley en los EEUU han demostrado que suprimir las reacciones emocionales no ayuda en términos de conseguir una menor intensidad emocional y que por el contrario puede producir “sobrecargas” en nuestro sistema nervioso que pueden terminar afectando nuestro sistema inmunológico y creando problemas de salud.

Le dije a Samuel que para resolver de la mejor manera el problema, resultaba vital que él pudiera entender el modo como funcionan la ira y el enojo: Cada una de las emociones que experimentamos las personas, se basa en nuestros pensamientos. No nos damos cuenta de ello porque tendemos a confundir causas con estímulos.

Un ejemplo de ello son los comentarios de Orlando. Samuel piensa que debido a ellos es que él se enoja. Pero está equivocado. Confunde el estímulo (el comentario) con la causa y por eso atribuye a Orlando la culpa del modo como él se siente. Cada vez que algo similar nos sucede, acusamos al presunto causante de estar haciendo algo mal o lo incitamos a cambiar sus comportamientos.

El problema es que hacer esto lo único que ocasiona es que el presunto causante actúe exactamente del modo como lo hizo Orlando: Negar, rechazar, defenderse. Que yo sepa, ninguna de estas conductas se acerca siquiera al objetivo deseado por Samuel.

Cada vez que te sientes enojado por la conducta de alguien más, lo que probablemente está sucediendo es que hay temas y requerimientos tuyos no resueltos.

Lo más inteligente que podemos hacer cuando sentimos enojo en situaciones similares a las que estamos describiendo, es considerarlas como “llamados de alerta”. Es decir señales de que tenemos algún problema que necesitamos resolver en nuestro sistema de creencias, expectativas y juicios.

Desde estas ideas, tengo cuatro consejos que quiero compartir contigo, tal como lo hice con Samuel, que creo pueden ayudarte a canalizar adecuadamente tu enojo y a lograr cambios efectivos en las conductas de las personas:

Respira hondo y cuenta hasta diez. Si, igual que en los programas de TV. Este consejo ancestral y universal es lo mejor que puedes hacer para controlar tu sistema nervioso. Respira profundo y sácate de la cabeza las ideas que te llevan a acusar a la otra persona de lo que tú estás sintiendo. La causa de lo que sientes está dentro de tu propia cabeza. Orlando no es el culpable del modo como Samuel se siente.

Date cuenta de los pensamientos que son la fuente verdadera de tu enojo. Medita detenidamente sobre ellos: ¿Qué juicios, creencias u opiniones son las que te hacen sentir del modo en que te sientes?. ¿Será acaso que Samuel “construye” su idea de tener éxito en la opinión que de él tengan las demás personas?. ¿Y los comentarios de Orlando le molestan de modo particular porque siente que quienes los lean van a dejar de valorarlo?

Comprende bien tus necesidades. Una vez identificado el modo de pensar que causa tu enojo, identifica la necesidad que hay detrás de ello. ¿Será que Samuel necesita trabajar en su autoconfianza para de esa manera aprender a valorarse, sin que importe la opinión de terceros?

Expresa tus emociones. Antes de juzgar a la otra persona. “Si es preciso hablar de dos, siempre supe que es mejor empezar por uno mismo” solía decir Shakira. Habla de tus sentimientos, es decir, los que surgen como consecuencia de los actos de la otra persona. De esta manera, Orlando, en lugar de sentirse agredido y limitado en su “libertad de expresión”, podrá empatizar mucho mejor con los sentimientos de Samuel y es muy probable que ello lo lleve a modificar sus conductas para evitar seguir molestando a su amigo.

En consecuencia, deja de pensar que es la gente la que te hace enojar. Date cuenta de que te enojas por causa de tus propios demonios, esos que viven dentro de tu cabeza, pero que puedes aprender a controlar y tengo un curso para eso justo en LOS SKILLS.

¡Gran Abrazo de Dude!

Escrito por Francisco Grillo

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