El liderazgo que necesitas para cocinar un pescadito

A mis 14 años conocí a Jean Anthelme Brillat-Savarin (1).

Claro, no en persona, porque tan ilustre personaje llevaba muerto desde inicios del siglo XIX, pero tuve la oportunidad de que cayera en mis manos uno de sus libros: “La verdadera cocina francesa”.

Y tú dirás ¿Qué tipo de marciano lee a los 14 años un libro de cocina?. La gastronomía en mi juventud no era un tema “trendy” como hoy. Solo un alma olvidada – como la mía- podía entretenerse con semejante literatura.

Pero en realidad, el libro de Savarin es una joya, no solo por sus recetas y técnicas de cocina, sino porque contiene miles de anécdotas, frases célebres, reflexiones y ocurrencias divertidas en torno al buen comer, las que disfruté leyendo y que releo hasta hoy.

Fue allí que me encontré con una frase atribuida a Lao Tse:

Dirige una gran nación de la forma en que cocinarías un pez pequeño

Si nos fijamos bien, el tacto y la prudencia requeridos para guisar el pescadito, sirven tanto si quieres ser un buen gobernante, un líder de un equipo, un trabajador eficaz o una buena persona. Así que el consejo nos sirve a todos.

Me va a encantar hacer esta explicación porque vincula a dos de mis grandes amores: Las habilidades blandas y la cocina, así que allá vamos:

Si el pez no está fresco, por más que hagas tu mejor esfuerzo en los fogones, la cosa no te va a salir bien. El buen olfato -para determinar la frescura- es entonces una habilidad absolutamente necesaria.

Cuando no estás en la cocina, sino ante situaciones de interrelación humana, “olfato” puede muy bien traducirse como intuición, es decir, tu capacidad de anticipar si nuestros actos o conductas pueden afectar innecesariamente a las personas que nos rodean y así convertirlas en obstáculos en lugar de aliados.

Necesitas intuición para saber cómo mover las palancas que te aseguran que la gente estará de acuerdo con tus ideas.

Antes de ponerlo en la sartén o la olla, debes limpiar el pescadito con cuidado: despojarlo de escamas y vísceras que dificultan su cocción y afectan su sabor. Para eso, el uso virtuoso de los cuchillos es fundamental.

En las relaciones con tus semejantes sucede algo muy parecido. No vas a usar cuchillos, pero si vas a tener que manejar con destreza otros objetos peligrosos: Tus palabras. La manera como te comunicas con el resto; para activar sin lesionar, para seducir sin manipular, para hacerte entender sin aburrir; es una de las claves centrales de cualquier estrategia de relaciones entre tú y las demás personas, sean estas clientes, colegas, jefes, subordinados o miembros de tu entorno personal.

Si no eres capaz de hacer los trabajos de “acondicionamiento” del pescado (limpieza, corte, sazonado) con la suficiente rapidez antes de ponerlo a cocinar, probablemente el producto se te maltrate y pierda sus excelentes cualidades de sabor y aroma.

Pues bien, esa agilidad es la misma que necesitas en el proceso de tomar decisiones. A muchos nos ocurre que nos tardamos en decidir, por temor, porque creemos que no tenemos la información suficiente o simplemente porque no nos sentimos preparados para vivir con las consecuencias de nuestras decisiones. Trabajar en tu habilidad de decidir bien y pronto te va a permitir avanzar con más facilidad en tu camino al éxito.

Llega el momento de poner el pescadito dentro de la sartén o la fuente para el horno. El nivel del fuego, el tiempo que lo expones a él y el tino con el que lo mueves (o lo dejas sin mover), tiene que ver con el respeto que tienes frente a los elementos involucrados: Un producto alimenticio fresco y delicado y la temperatura a la que lo sometes. Ese mismo respeto es el que necesitas para tratar al resto de las personas: La gente no tiene por qué pensar como tú, no está obligada a entender tus puntos de vista, ni siquiera ve el mundo del mismo modo como tus ojos lo perciben. Mal puedes pensar que tú posees la verdad y el resto se equivoca. Respeta cuando alguien tenga otras ideas, otras maneras de entender y otras formas de reaccionar. Todas ellas, por más que te cueste aceptarlo, son igual de valiosas y acertadas como la tuya.

Finalmente, hay dos maneras de guisar: La primera -la más temerosa- es seguir al pie de la letra lo que la receta indica. La segunda, más intrépida, arriesgada e irreverente, es ponerle tu toque personal a los menesteres de la olla o sartén. A mí me gusta usar esta última. Dar rienda suelta a mi ingenio y estado de ánimo para añadirle o quitarle elementos a la preparación. Para que eso funcione bien necesitas algo fundamental: Cariño. Requieres amar el proceso y amar a quienes van a comerse lo que preparas. De la misma manera, hay dos formas de tratar al resto de personas: De un modo profesional y distante, políticamente “correcto”; o como si fueran tus amigas y amigos de infancia a los que no vez desde hace mucho tiempo. Te lo aseguro por experiencia propia: Si en el primer encuentro con alguien te pones en el “Modo viejo amigo” y le demuestras estar feliz de haberle reencontrado, la experiencia que vas a lograr causarle es inolvidable. De inmediato se sentirá muy complacido, valorado y -muy probablemente- dispuesto a hacer lo que le pidas.

Como puedes ver, las habilidades requeridas para cocinar un pescado pequeño y las que necesitas para tener más éxito en tu vida personal y profesional, son muy parecidas. Date el gusto de sentirte como un súper chef a cada paso de tu camino y verás como la gente te amará, tal como todos amamos a los cocineros que nos hacen felices en la mesa.

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Escrito por Francisco Grillo

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